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Antiguo 02-Feb-2013  
Usuario Novato
 
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Bueno, lo que leerán es algo triste, pero me ocurrió, y me da tanta pena recordarlo, pero quiero que lo sepan.
Todo empezó aquella tarde cuando observaba el reloj de mi comedor avanzar lentamente. Suponía que en algún momento me llamaría, según ella estarían como a las siete de la tarde. Pero tal vez el tráfico estaba horrible. Intente calmarme, no la veía ¿desde hace cuánto? Cinco, seis años.
Me serví un vaso de vodka que guardaba en el desván para calmar los nervios. Pero, aun así luego de todo lo que me moví, no pasó ni un solo minuto.
Por un momento pensé en llamarle, pero, tenía miedo que él contestara, sinceramente, y a pesar de que no sabía si lo recordaba evite el llamar por respeto a mi prima.
Susana, era como mi hermana, prácticamente nos criamos juntos, su mamá siempre pasaba en nuestra casa debido a que su esposo la maltrataba cuando llegaba por las tardes ebrio de la taberna a unas cuadras de su casa, recuerdo haber visto alguna vez lo que ocurría, como Susana tapaba sus oídos y cerraba sus ojos mientras se sentaba conmigo en las escaleras, siempre me envolvía cierta impotencia al verla allí temblando mientras su padre tiraba cosas, luego llegaba mi madre corriendo, y nos llevaba, siempre vivimos cerca en caso de cualquier problema.
Nuestra casa era pequeña, más bien, parecía un enorme pasillo con tres puertas al entrar la primera a la derecha era la cocina y comedor diario y luego dos habitaciones y un baño en la de mi madre, siempre compartí todo con mi prima, hasta los diez años que por algún motivo que suprimí ella y su madre se mudaron a otra ciudad, ahí quedamos solos apañándonos para salir adelante.
A los trece años aprendí a tocar guitarra, pasaba mayor tiempo en mi escuela para usar los instrumentos a los cuales teníamos acceso, y poco a poco entre en la música era una manera de sentirme libre, era como si los problemas desaparecieran.
El celular me despertó, en algún momento me quede dormido sin darme cuenta, observe la hora, pero, ya eran más de las diez de la noche. ¿Habría sucedido algo? Conteste el teléfono sin mirar la llamada, menudo error.
- ¡Aló!
- Con Álvaro Bastias por favor.
- Si, con él – respondí - ¿Con quién hablo?
- Lo llamamos del Servicio Médico Legal
Sentí un gran pinchazo en el pecho. Era algo extraño, pero yo sabía lo que pasaba, sin duda lo entendí, fue como armar el rompecabezas en unos segundos.
- ¿Qué sucede? – Pregunte inconscientemente, solo que no quería escuchar la respuesta.
- Ha ocurrido un accidente automovilístico esta tarde – dijo – Y me temo que Susana Espinoza y Roberto Suarez han fallecido, necesitamos que venga reconocer el cuerpo de su familiar.
Todo mi mundo se quebró. Susana, la pobre chica que me abrazaba buscando cariño que sus padres nunca le dieron acababa de morir y Roberto… Roberto.
Tome el vehículo y partí de inmediato, las lágrimas me corrían por la mejilla, intente encender un cigarro, pero no lo pude hacer, mis manos temblaban. ¿Por qué? ¿Por qué tenían que ser ellos?

Cuando entre al edificio Esteban, el hermano de Roberto y ex compañero de escuela me abrazo, fue extraño, pero supongo que los malos momentos unen a la gente.
- ¿Cómo estás? – Pregunte.
- Bien, intentando ser fuerte, Mamá está aquí, pero no me atrevo a ver los cuerpos.
- Tranquilo, yo lo haré – le calme poniendo la mano en su hombro – Saludare a la tía.
- Sí. Álvaro, yo, lo siento.
- Tranquilo todo está bien – le dedique una sonrisa.
Camine hacia la señora sentada en la sala, tenía su vista desorbitada y clavada en la cerámica, sostenía un pequeño vaso de plumavit.
- ¿T-Tía? – Titubee – realmente lo siento.
Ni siquiera levantó el rostro, estaba devastada.
- Álvaro – me dijo sin mirarme – Gracias, yo también lo siento – su voz no tenía entonación alguna, era un español plano – ¿Podrías…?
- No se preocupe, yo lo haré.
El médico que me dio la noticia apareció, me dijo su nombre, pero sinceramente era fácil de olvidar al igual que su cara, nada más era un tipo simplón de cuarenta y tantos años, que me guio por varios pasillos realmente helados y oscuros algunos siquiera poseían un zoquete con una ampolleta colgando que flickeaba como películas de terror.
Entramos en una sala heladísima con dos mesas metálicas tapadas por sábanas blancas.
- Bueno – dijo el médico – como es rutina y lo que necesita la policía hemos realizado la autopsia, y a simple vista no se ha detectado nada inusual.
- Esta bien.
De repente sentí el hormigueo que subía desde la planta de los pies hasta la punta de mi cabeza, estaba a punto de ver algo para lo que no estaba preparado.
- ¿Te encuentras bien?
- Sí. – Mentí – Es el shock del momento.
Retiro las sabanas y todo ocurrió muy lento. Allí sobre la primera mesa, había una mujer, sin duda, pero no se parecía a la Susana que recordaba, su rostro estaba lleno de moretones y tajos seguramente hechos por el parabrisas, dude un momento, cerré mis ojos e intenté focalizarla, pero algo me lo prohibía, acerque mi mano a la suya y la tome, todo rastro amoroso y cálido que emitía de pequeña había desaparecido, esto era como tomar una piedra luego de la escarcha matutina. Después de un largo rato logré identificarla, era ella, mi prima a quien no veía desde hace cinco o seis años ahí estaba frente a mi tan helada como el hielo.
- Si es ella – le dije al médico que la tapó enseguida.
- Muy bien, ahora este es el cuerpo que identificamos como Roberto Suarez, ¿Lo identificara usted o uno de sus parientes?
- Lo haré yo – No estaba seguro de esto.
Solo vi su rostro y sentí como el mundo se quebró, como aguantaba las ganas de desmayarme, como el sudor frío recorría mi espalda, me aleje rápidamente. Me tapé la cara, Roberto siempre fue bello a mis ojos, pero ahora estaba muy parecido a mi prima con moretones y cortes, cerraba mis ojos y lo veía, más bien lo recordaba.
- ¿Se encuentra bien? – tomo mi brazo. - ¿Quiere salir?
- No – respire profundamente – Estoy bien – volví a mentir.
Camine hacia la camilla de Roberto, tomé su mano, pero la sensación fue la misma que con mi prima, nunca antes le había tomado la mano, o al menos eso yo recordaba.
- Si es él – apresure a decir.
- Muchas gracias – dijo y tapó el cuerpo - ¿Recuerda la salida o lo guío?
No dije nada solo salí lo más rápido posible, aunque no llegue muy lejos, debí afirmarme de una pared antes de caer al piso, sentí como todo alrededor giraba muy rápido, estaba a punto de vomitar, entonces lo oí a mi espalda.
- ¡Álvaro!
Evite volver la vista, sabía perfectamente que esa era su voz.
- ¿Por qué? – susurre, mientras el sudor frío bajaba por mi columna.
- No lo sé – me respondió – Álvaro, mírame.
No me atrevía, a pesar de que no aguantaba las ganas de haberlo visto una vez más, y ya no lo haría. El mareo desapareció, junto con la voz, seguí caminando hasta llegar a la sala de espera, Estaban me miro, no hice más que asentir con mi cabeza y salir del lugar.
Intentaba encender un cigarro, pero no lo lograba, tanto fue mi enojo impotencia y ganas de gritar que lo hice todo.
-Álvaro – me dijo alguien tras mío. – Tranquilo cariño.
Era la madre de Roberto y Esteban, me tomo las manos, su voz ya no estaba tan vacía como hace unos momentos.
- Todo sucede por algo – me abrazo, fue algo cálido algo que no recordaba desde que mi madre me consoló por última vez antes de morir – Tranquilo, nos encargaremos de lo demás, descansa, sé que ella era tu única familia, pero ve a casa y descansa.
- Gracias tía – necesitaba contarle – Tome la mano de Roberto, pero…
- Lo sé cariño, siempre supe todo lo que pasaba contigo, y ya se ha ido todo lo que era, pero está en un mejor lugar, ahora vuelve a casa y descansa.

El camino de regreso fue el peor de mi vida, intentar recordar algo, alguna pequeña cosa del pasado me era imposible, todo había ocurrido tan rápido y terminado de manera tan abrupta que bloqueaba todo.
Subí al departamento, y me di cuenta que había dejado el celular en la mesa, marcaba una llamada perdida y un buzón de voz. “Usted tiene un nuevo mensaje de voz de… Hola Álvaro soy yo Susana, nos retrasamos un poco, hay un tráfico de mierda, además la lluvia no acompaña mucho, esperamos llegar como las once, nos vemos… Fin del mensaje” Las lágrimas salían solas de mis ojos. Preparé un café y me recosté en mi cama, pero los recuerdos volvieron todos juntos y caí profundamente dormido.
 
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