¡Ahhhhh! El irresistible deseo de ser querido por todos, un deseo imposible de cumplir como el de ser inmortal.
Gustar, agradar, caer bien, son conceptos que siempre están presentes en nuestra mente.
¿Quién no ha deseado ser popular de la escuela o del trabajo o el que mejor cae en su grupo de amigos? Esto nos ha pasado a todos al menos una vez en la vida. Pero a veces, podemos sobrepasar el límite, preocupándonos demasiado por ello.
Recuerdo que cuando era niña este era mi objetivo a lograr, un objetivo que solamente me provocaba más pesar, ya que por más que me esforzara no lo podía conseguir. Esto me sucedió debido a que enfoque mi vida a agradar a los demás,
pudiendo llegar a empañar mi propia personalidad. Y es aquí cuando empieza el problema. Dejar de lado nuestro verdadero yo y ceder siempre a las exigencias de los demás puede pasar una cara factura a nuestro estado emocional.
El miedo al rechazo, a no ser queridos o, la necesidad frustrante de querer agradar...principalmente con la familia que es el primer núcleo en donde queremos encajar.
En aquel entonces no reflexionaba en el daño que me causaba esta conducta. Un daño que a veces me desembocaba en problemas verdaderamente peligrosos para la salud mental y física. Porqué digo
¿Quién en su sano juicio se siente merecedor del maltrato corporal y psicológico? La imagen de mi misma me repudiaba, ya que al querer ser querida principalmente por mi padre me llevaba a la infelicidad.
En mi ensimismamiento tuve claro que era víctima de una ideología. Ya que no podemos ser aceptados por todo el mundo. Recibí esto como mi verdad, de esta manera di un paso importante para no caer en la tristeza y sentir esa ansiedad que genera el pensar todo el rato en gustar al resto. Pensar en mejorar aquello que tenemos es sano.
Fortalecí mi carácter, queriéndome a mi misma por quien era. Abandonando el deseo de ser querida por quienes me rodean.
Tanto en la familia como con los amigos.
Buscar el bienestar interior, el de querernos, gustarnos, hace que nos aceptemos, evitando caer en la necesidad de ser aceptados por quienes no nos merecen.
Una relación sana con nosotros mismos nos facilita que las relaciones con nuestro entorno sean mucho más fáciles y positivas.
Por ser como soy he conseguido hacer de mis enemigos amigos, pero también me ha pasado enemistarme de algunos del círculo de amistades.