Dos grandes movimientos rock emergieron en los '90: El Grunge (Nirvana, Soundgarden, etc.) y el Shoegaze (My Bloody Valentine, Slowdive, etc.)
El Grunge, cuya semilla lo plantó cuidadosamente durante los años '80 el grupo de rock alternativo y tendencias surferas The Pixies (que influyeron tremendamente en Kurt Cobain), fue un movimiento de protesta contra el materialismo, contra la dictadura de lo comercial.
El movimiento Shoegaze capturaba la introspección entre largas cadencias y distorsiones de cuerda. También esas reverberaciones herencia del dreampop. No tuvo la repercusión cultural y generacional del Grunge, pero captó adeptos. Robert Smith, ya consolidado como músico con propia personalidad y enorme reputación, quedó fascinado por el estilo Shoegaze, y eso lo plasmó en el álbum Wish de 1992.
Ambos estilos comparten puntos en común: eran muy ásperos, ligados a emociones, a una espiritualidad en oposición a lo material y lo convencional, que se imponía constantemente desde los medios a los jóvenes de esa generación. Por ello, frecuentemente se volvían deprimentes. Había una evasión. No muestran el mundo feliz de ese rock comercial y alegre que triunfaba en las listas de ventas (Bon Jovi p. ej.)