La gente no suele ser tóxica per se, lo que son tóxicas son ciertas dinámicas entre determinados comportamientos. Si exceptuamos casos extremos, nadie es totalmente tóxico para todo el mundo. En una relación dependiente lo que la hace tóxica es el juego de poder que se establece desde que el inicio. Es decir, yo veo a una persona cuyo físico me atrae y la idealizo porque necesito desesperadamente encontrar un amor que llene mis vacíos internos. Me enamoro de ese ideal que yo me he montado en mi cabeza y me lanzo a conseguir una relación a toda costa. Si mi objeto de adoración se nuestra difícil, la idealizo todavía más y mientras persigo mi ideal, me siento entusiasmado, pleno, vivo. Ya no estoy vacío.
Pero si esa persona acaba correspondiendome, si mi ideal deja de ser ideal y se convierte en algo real, vuelvo a sentirme vacío. Mi enamoramiento, fundamentado en mi necesidad y en mi fantasía narcisista, se diluye. Veo que esa persona perfecta de mi cabeza no existe. Entonces me empiezo a distanciar, empiezo a fijarme en otras personas, culpo de mi malestar a mi pareja y de ahí a la ruptura, los cuernos y demás queda poco.
¿Soy maquiavélico, malvado, tóxico, un psicópata? Yo creí en ese amor, mi idealización fue real, yo me sentí realmente exaltado y enamorado y nunca comprendí porqué cambié tanto de un día para otro o porqué tengo tan mala suerte.
Mucha gente funciona así porque vivimos en una época donde la gente cada vez se siente más aislada, más desconectada de otras personas, más solos y vacíos afectivamente y más sedientos de un amor imposible que les resuelva todo eso.
Hay una peli que recomiendo porque precisamente trata de todo esto y el protagonista refleja estos comportamientos a la perfección. Se llama "Anomalisa" y es una preciosidad de Charlie Kaufman. Seguro que muchos de los que habéis vivido estos amoríos exprés os suena (me incluyo)
|