| SirFrancis |
Reflexiones a la luz de las estrellas
¡Buenas noches, usuarios de ForoAmor! Para aquellos que me conozcáis, creo que sobran las palabras, para los que no (que seréis la mayoría, como es lógico) baste decir que me moví por estos lares hace un par de añitos y que, gracias a postear mis historias y demás, conocí a una chica maravillosa con la que inicié una relación. Lamentablemente, hace unos meses, hube de cortar por lo sano dado que las cosas hacía tiempo que no nos iban bien, y nos causábamos más dolor que el que nos quitábamos. Así que de nuevo al camino con el petate al hombro. Pese a que, como es de razón, aún me vienen bajones puntuales sobre todo a altas horas de la madrugada (soy demasiado ave nocturna para irme cuando cantan los Lunnis, como quien dice :P), me encontraba navegando por la red y decidí regresar a este lugar para seguir colaborando en la medida de lo posible entre estas páginas del cyberespacio. Así pues, doy comienzo a un post en el que moveré cielo y tierra del mundo de las letras para compartir algunas reflexiones, según me vaya dando, por si a alguien le sirven de consuelo, le ayudan o, simplemente, le hacen pasar el rato, lo cual nunca está de más.
Venía hacia mi casa esta noche, sobre la una y pico de la mañana, cuando al salir del metro y encender mi mp3, me dió uno de esos citados bajones de soledad que nos dan a aquellos que hemos roto hace poco una relación duradera. El caso es que me lo había pasado genial, quedando con unos amigos para ir a ver la última película de "El Hobbit" (hacía semanas que no iba al cine, por motivos de curro, poco tiempo libre y porque no se daba la ocasión), así que nunca está de más echarse las risas con los colegas y pasar una velada agradable. Pero ¿no os ha pasado alguna vez que, tras un día especialmente tranquilo, cuando os encontráis solos/as en mitad de la noche, os viene la desazón como si estuviera esperando tras la esquina para saltar sobre vosotros? Pues eso fue, exactamente, lo que me pasó hace unas horas.
Es una sensación de lo más desagradable, porque va acompañada de unas oscuras voces interiores que te susurran todo tipo de maldades en la mente. "Te vas a quedar solo", "mírate, a tu edad y soltero, cuando hay muchísima gente menor que tú viviendo juntos y con hijos", "nadie te va a querer nunca"... y así un largo etcétera que a muchos de vosotros os sonará de sobra. Es en esos momentos cuando notas una garra helada que te aprisiona el corazón, casi hasta el punto de que te cuesta respirar. Es tal el miedo que nos inunda que algunos sufrimos algo de taquicardia, como cuando estás especialmente nervioso, y no puedes evitar mirar a todos lados con algo de desesperación, cerciorándote de lo solo que te hallas. Da igual que en torno a tí haya personas caminando hacia sus casas inmersas en sus asuntos. Las ves y no hacen mas que aumentar esa congoja, porque te pones a darle vueltas a las cosas y a pensar en que en las casas de esas gentes estarán sus parejas esperando. Que luego, reflexionándolo más calmadamente, sabes de sobra que eso no es así y puede que estén mas solas que tú, que tienes a tu familia esperando en casa. Pero en esos momentos, la razón sale por la ventana y deja que tus miedos campen a sus anchas.
Algo horrible ¿no os parece? Lo pasas mal, verdaderamente mal. En esos momentos no sabía qué hacer, así que me senté un rato en un banco de un parquecillo junto a una fuente. Cogí el móvil y miré la pantalla apagada, preguntándome si habría algun amigo disponible a esas horas para charlar un rato. Necesitaba desesperadamente que alguien estuviera al otro lado de la línea, oír una voz humana que conversara conmigo, pero por otro lado eran las horas que eran, y tampoco me sentía quién para andar molestando a la gente. De modo que respiré hondo y me volví a guardar el teléfono en el bolsillo, rozando con los dedos un objeto que permanecía dentro. Lo saqué y me lo quedé mirando. Se trataba de una pequeña piedra rosada, un trozo pulido de cuarzo rosa. Sonreí, notando como me volvía a relajar mientras apretaba el mineral en el puño, pasando los dedos por sus caras alisadas, dándole vueltas en mi mano.
¿Qué pinta ese cuarzo rosa? Simple. Se trata de un regalo muy especial para mí. Es un obsequio que me hizo hace un mes una señora que trabaja junto al local donde trabajo. La mujer, peruana, tiene un puesto de joyas y minerales, todo ciertamente chamanístico, y sabe un montón sobre los poderes de las piedras, las interpretaciones de los sueños y todo tipo de simbología y esoterismo, un tema que desde niño siempre ha llamado poderosamente mi atención. Como decía, hace cosa de un mes, salí un momento de la tienda donde trabajo para hablar con ella, y viéndome algo decaído me preguntó por mi estado de ánimo. Yo, como tengo mucha confianza ya con ella, le conté lo de mi fracaso sentimental, que me sentía algunas veces bajo de forma y esperanza. Ella sonrió y me dijo: acerca la mano. Depositó las suyas sobre las mías, dejando caer algo en mi palma, mientras me decía estas palabras: "que esta piedra te guíe en los momentos malos y que, cuando te sientas solo y perdido, la aprietes en tu puño y pienses que todos tenemos a alguien especial que, algún día, llega a nuestras vidas"
Desde entonces, siempre llevo la piedra conmigo, menos cuando voy a dormir que la dejo en la mesita de noche. Digamos que es como un fetiche, un pequeño rayo de esperanza sólida que va cargado con los deseos de una buena mujer para que, algún día, halle el amor. Puede que, a priori, os parezca un poco tonto confiar en algo así, que algunos lo tildéis de fruslerías baratas y de aburrida santería (cada cual es libre de expresar su opinión, pienso. Y no tiene porqué ser más válida una que otra. Unos creen en un dios, otros creen en el destino y otros en el misticismo), pero, para mí, esa piedrecita rosada significa mucho. ¿Por qué os cuento todo esto, os preguntaréis? Aquí va mi reflexión extraída de toda la historia.
Todos tenemos a veces momentos de zozobra, tanto en el amor como en otras situaciones. Lo importante, creo yo, es mantener el rumbo (ya sea apoyándonos en los demás o, como fue mi caso hace unas horas, en una pequeña muestra de cuarzo rosa que me dió con sus mejores deseos una buena amiga). Es saber acallar esos miedos atávicos que nos asaltan y dejar que nuestro corazón brille con luz propia, sacando a relucir nuestra valía, esperanza y ganas de seguir adelante. Porque, en la vida, hay que saber mirar hacia delante, pase lo que pase, sobreponiéndonos a las dificultades. Esa es la auténtica guía que debemos seguir, y tarde o temprano, la energía que nosotros mismos destilemos hará de imán para que nos ocurran cosas buenas. Y las cosas malas que nos sucedan, se verán disipadas por esa esperanza que debemos mantener siempre con nosotros.
Así pues, me levanté del banco volviendo a guardarme la piedra en el bolsillo y volví a ponerme la música mientras seguía hacia mi casa, saltándome una preciosa canción que me descargué esta misma tarde. Una canción que, junto a la anécdota de la piedra, comenzó a formar una historia en mi cabeza que espero poder escribir algún día próximo. "No hay mal que por bien no venga", pensé mientras caminaba bajo unas cuantas estrellas que parpadeaban en la noche.
Y esta ha sido mi reflexión/historia personal de hoy. A continuación os dejo esa canción que he mencionado, que estando en estas fechas muchos la habréis oído, como yo, en cierto anuncio. Espero que os haya valido de algo el escrito. ¡Un saludo y nos vemos a la próxima!
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