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Ayer falleció Javier Zabaleta, padre de Aitor Zabaleta, el hincha de la Real Sociedad, que el 9 de diciembre de 1998 fue asesinado por Ricardo Guerra, neonazi, miembro del grupo de Ultraderecha Bastión, en los alredederos del estadio Vicente Calderón, en la previa de un partido entre el Atlético de Madrid y la Real Sociedad.
Recuerdo aquel asesinato casi como si fuera ayer. Pero lo más asqueroso ya no solamente fue el crimen de por si. Lo más asqueroso es la impunidad que Antiviolencia ha tenido sobre ciertos sectores de las gradas del Vicente Calderón.
Durante años jalearon y justificaron este asesinato, bajo un triste cántico: Aitor Zabaleta era de la ETA.
No recuerdo durante todo este tiempo ni un sólo gesto por parte del Atlético de Madrid en una busqueda por erradicar los grupos ultras en su estadio.
Condenaron al autor material a casi 20 años de prisión ( jamás en su vida se arrepentirá de lo que hizo ). Pero por desgracia se salieron de rositas muchos implicados en aquel crimen, y en todo el infierno que aficionados guipuzcoanos ( incluso mujeres y niños ) tuvieron que vivir en el Vicente Calderón aquella trágica tarde.
Durante toda esa semana se estaba avisando desde los movimientos ultraderechistas que aquel partido sería el partido de la caza al vasco.
Lo de Aitor Zabaleta, y es muy triste decirlo de esta forma, se quedó demasiado corto con lo que toda esa panda de asesinos intentaron hacer aquel dia.
Tras ese crimen, la vida de Javier Zabaleta no volvió a ser la misma. Tuvo dos amagos o intentos de infarto. Y fue un hombre que vivió con el miedo en el corazón. Nunca reclamó venganza, pero si justicia para su hijo, y peleó todo lo posible porque lo de su hijo no se volviera a repetir.
Si lo de Aitor Zabaleta hubiera servido para reflexionar en las conciencias de los presidentes de los clubs de fútbol, y desde aquella fecha, hubieran tomado verdaderas medidas de seguridad para luchar contra la violencia, y contra los grupos violentos en el fútbol, el asesinato de Aitor Zabaleta hubiera sido el último capitulo.
Tristemente, ni ha sido el último asesinado en los alrededores de un estadio de fútbol, y mucho me temo que otros casos se volverán a repetir.
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