Fantasear lo llamo sana locura; es uno de los motores del progreso. Es necesario poner cota a la fantasía para que no interfiera en nuestros desempeños y obligaciones cotidianas; evidentemente, sin tener los pies en la tierra nos damos el castañazo, que un tren de mercancías dirigiéndose a 120 km/h no se para con la imaginación.
Sin embargo, también considero que en temporadas nos dejamos atrapar por la cuadrícula, por las normas, por el aliento de la cruda realidad. Debemos desatar a nuestro espíritu creativo y fantasioso, pues necesitamos de él, para evolucionar como seres humanos. No somos máquinas orgánicas resignadas a vivir en circunstancias inamovibles.
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