Hace mucho estuve enamorado, fue algo maravilloso y aunque con sus más y sus menos tratamos de tirar para adelante, la burbuja se rompió unos meses antes de casarnos. Un anillo de compromiso en el fondo del rio Júcar, un corazón roto, muchos sentimientos de culpa y la pérdida de la fe en el amor, fue mi balance de aquella historia tan maravillosa.
Durante años, tan eternos como duros, me refugié de un mundo que consideraba no ser para mí… escondiéndome, ocultándome y maldiciendo una frase que me fue dicha hace tanto tiempo atrás “rompes lo que tocas, no porque seas malo sino porque está en tu naturaleza”
La vida es quemar etapas y un aprendizaje continuo, tal vez si no hubiera conocido el desamor y recibido una catarsis de tal magnitud hoy no podría narrar una nueva historia en una hoja del libro de mi vida, una historia tan llena de ilusión.
Hace muchos meses, nueve para ser exactos; conocí a alguien. No fue amor a primera vista, ni a segunda tampoco porque ella llegó a mi vida de una forma poco usual que para esta historia carece de relevancia.
Conforme los meses pasaban, ella y yo nos hicimos grandes amigos, hasta el punto de que a pesar de mis intentos de alejarme de un mundo desconocido para mi, ella fue EL motivo para dejar de hacerlo.
Somos amigos y nada más, nos repetíamos sin cesar, quizá porque ella era la ex de alguien a quien yo consideré en su momento, mi mejor amigo. Pero el amor te alcanza, no importa que lo aceptes o no… las bromas se transformaban de forma gradual en miradas dulces y los “me caes bien” en “te quieros” llenos de verdad. Todo paso de forma tan natural, tan mágica que cuando llegó el primer beso, no se sintió antinatural sino como la evolución apropiada de una relación que lo pedía a gritos.
Cuando conoces a alguien tanto, cuando alguien sabe lo que piensas con solo mirarte a los ojos… sabes que no puedes huir del pequeño angelito cabroncete y sus flechas amorosas. Desde mi “gran” historia de desamor, sentía pavor y pánico al compromiso y a la vida… pero como una persona muy sabia me dijo alguna vez: “tener miedo a sufrir es tener miedo a vivir” hoy sé, que racionalizar el amor es tontería.
Es curioso como el último santuario del soltero, donde las botellas de cerveza y las cajas de pizzas eran parte de la decoración, se transformó en un lugar lleno de colores y es curioso también que hoy tenga un cepillo de dientes rosa junto al mío color negro maldad, que la luz entré por aquellas ventanas que solían estar tapiadas y que yo, no tenga miedo al amor.
Hoy soy feliz ¿mañana? No lo sé, me dejo mecer por la vida y sus sorpresas. Me siento como un poeta becqueriano al que la vida por fin le sonríe y quiero… no, necesito compartirlo con el mundo para que se sepa que incluso una criaturita que como yo fue categorizada como un escorpión que se picaría a si mismo por su naturaleza, encontró el amor.
No se debe perder la fe, los arcoíris solo vienen después de la lluvia, después de todo el amor no llega solo una vez sino varias.
Siento la parrafada, pero quería poner mi granito de arena por la causa del amor… para todos aquellos que luchan por no perder las esperanzas y para aquellos que ya la perdieron…
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