Nunca lo he hecho, entre otras cosas porque desde siempre (oh, misterios inexplicables) he tenido la fortuna de gustar a las mujeres, lo que me ha permitido gozar de los encantos de tías bellísimas, algunas tan guapas como esas famosas escort (me pregunto por qué las habrán puesto nombre de coche). Eso sí, me parece perfecto quien recurre a sus servicios, pues lo considero como cualquier otro arrendamiento de servicios, ni más ni menos, donde si ambas partes están de acuerdo nada hay que objetar.
De hecho, en mis tiempos universitarios me propusieron sacarme algún dinero extra como acompañante (sí, ya sé que es un eufemismo, pero es que uno es muy fisno) de mujeres de cierta edad. Al final lo rechacé, pero no por razones morales o éticas, sino porque me daba cosa que, en el caso de que me resultara físicamente muy desagradable la mujer en cuestión, el pajarito no fuese a subir… Todavía no se había comercializado la viagra por aquel entonces. Cachis.
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